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NAKAZAWA Keiji (NAKAZAWA Keiji)
Sexo Masculino   Edad al momento de sufrir la bomba atómica
Fecha de grabación 1988.8.1  Edad al momento de la grabación 49 
Lugar donde fue expuesto a la bomba atómica Hiroshima(Distancia desde el hipocentro:1.2km) 
Hall site Sala Nacional de la Paz en Memoria de las Víctimas de la Bomba Atómica de Hiroshima 
Dubbed in Spanish/
With Spanish subtitles
With Spanish subtitles 
El Sr. Keiji Nakazawa tenía en ese entonces 6 años de edad. Fue expuesto a la radiación en Funairi Nakamachi a 1.2 kilómetros del hipocentro. En ese entonces el Sr. Nakazawa era estudiante de la Escuela Nacional de Kanzaki,    y le cayó el resplandor en la mañana cuando iba a la escuela. En el bombardeo atómico perdió a la vez a su padre, su hermana mayor y hermano menor. Como caricaturista, el Sr. Nakazawa publicó en 1968 "Kuroi Ame ni Utarete" (Golpeado por la Lluvia Negra). Cinco años después, basado en su propia experiencia publicó en serie "Hadashi no Gen"(Gen el descalzo) en una revista popular de los chicos, teniendo una gran repercusión.
 
¿Cree Usted que alguien quiera dibujar una cosa tan cruel como aquella? ¡Yo no quiero, odio hacerlo y sin remedio! Aún ahora no quiero ni leer los datos de la bomba atómica y al recordar la situación cuando estoy dibujando una escena del bombardeo atómico, hasta siento que apesta. Me deprime sin poder hacer nada.
 
Había venido huyendo de la palabra Bomba Atómica, sin embargo la muerte de mi madre fue el motivo. Me traumó que no hubieran huesos al incinerar el cuerpo de mi madre.  La radiación de la bomba atómica entra hasta el tuétano de los huesos y los arruina haciéndolos porosos. Al ver que se habían convertido en cenizas después de quemarlos, sentí mucha ira y pensaba "¡Me han quitado hasta los huesos de mi madre...! ¡No los perdono!, a causa de un tiro de una bomba atómica la ciudad de Hiroshima y nuestra familia, todo lo que hemos vivido arrastrándonos por el suelo. Y sentí la sensación que ya no me servía de nada huir. Ya no me servía de nada huir, por eso poniéndome a la defensiva pensé en decírselos. Se lo diría, aunque fuera el gobierno de los Estados Unidos o el gobierno de Japón, se lo diría y se lo seguiría diciendo con gran ira, una verdadera ira.
 
Le puse el título "Hadashi no Gen", con el deseo de convertirlo en el ejemplo de los hombres, la esencia del ser humano como el hombre pisando descalzo la tierra quemada.
 
El 6 de agosto, el cielo era azul vivo sin nubes, podría decirse que no había habido un cielo tan bonito como ese. Dentro de éste, el reguero de un avión se prolongaba desde el lado de la sierra de Chugoku, en dirección hacia el cielo de la ciudad de Hiroshima. Y al encontrarlo dije: "¡Señora, aquél es el B29!", y la señora levantando también los ojos hacia el cielo dijo: "Sí, ese es .¡Qué raro!, ¿por qué no sonará la alarma de ataque aéreo?" y los dos vimos el reguero del avión que se iba alargando. Al poco rato después de haberse extinguido la parte trasera del reguero, deslumbró. El color de esa luz, lo puedo ver también ahora al cerrar los ojos.  El centro era blanco y alrededor ardía en plateado, como el flash de una foto. Una luz pálida. El círculo exterior de color rojo y naranja como mezclados desordenadamente, es una espantosa bola de fuego. Me desmayé al momento que entró en mis ojos.             
 
Después al volver a pensar, no sé por cuántos minutos o si fue una hora la que estuve desmayado. Todavía me ha quedado la cicatriz en la mejilla, pues cuando recobré el sentido y me vi la cara, tenía parado un clavo de 5 pulgadas y desgarrándola corría la sangre. Al querer levantarme en completa oscuridad, con la sensación de que sin darme cuenta había llegado la noche, la tía de mi compañero de clase había sido arrojada en dirección contraria a la calle del tren. La señora tenía la cara completamente negra y maltrecha y su cabello también estaba rizado como el cabello de los negros. Su pantalón de algodón también en pedazos, y en el centro de su cara completamente negra, únicamente los dos globos oculares blancos bien abiertos mirándome a mí. Sintiendo que el corazón ya se me paraba, quedé aturdido y salí precipitadamente a la calle del tren.
 
Al ir corriendo sin cesar, con la sensación de que los pies flotaban en el aire o que patinaba y de que quizás no había avanzado, la sombra de 5 ó 6 personas me venía siguiendo desde el centro de un humo gris.  Y mirando de repente, me sorprendió que la forma en que cada uno tenía clavados los cristales era toda diferente. Las personas que estaban al lado izquierdo del cristal de la ventana, a lado izquierdo y las personas que estaban en frente del cristal de la ventana, tenían los cristales clavados al frente. Tenían todo el tiempo los cristales clavados en el globo ocular, en estado de no poder abrir los ojos. Un fragmento más o menos de 5cm les sobrealía, y manaba sangre fresca. Era como si chorreara sangre de un globo de goma. La camisa se tiñó de rojo de un golpe, parecía que desde el principio se había puesto una camisa roja. Habían bastantes personas como ésta, que sólo tenía el sentido de qué es exactamente todo esto y se me había ido el miedo.
 
En el lado izquierdo de la acera de aquella época, desde el barrio Funairi Naka-machi,  Funairi Hon-machi hasta Funairi Kawaguchi-cho, a las aguas contra incendio les habían instalado bombas a una distancia determinada. Así las personas que no estaban heridas, iban y sacaban el agua moviendo las bombas. Entonces las mujeres que tenían los cristales clavados y la persona completamente negra que estaba sentada vaga, al encontrar el agua vinieron arrastrándose lentamente por la calle pasando frente de mí. La mujer fue al lugar de la bomba, y recibiendo el agua con las manos se la echó en el cuerpo. El lodo y la sangre corrieron, y los cristales brillando sobresalían claramente con nitidez. La mujer se sacaba los cristales porque le dolían. Normalmente se oirían gritos diciendo: "¡Ay!, ¡me duele!, ¡qué dolor!", sin embargo no recuerdo haber oído esa voz de sufrimiento. Estaba en completo silencio. Parecía que estaba viendo cine mudo, no había ningún sonido.         
 
Viendo el movimiento que lentamente se desarrollaba ante a mí, por primera vez mis propias ideas funcionaron. Y llorando con fuerza: "¡Mamá!, ¡papá!"iba y venía por la calle del tren. Allí se desarrollaba el esquema del infierno humano, las figuras que venían a mis ojos eran las de personas con cristales clavados, personas completamente negras, personas que tenían el ojo colgando arrojado hacia afuera por la onda de la explosión, pues me enteré después de que la causa era la onda explosiva. Personas con el estómago desgarrado por el que colgaban casi dos metros los intestinos, Pensé que la fuerza vital de los seres humanos era extraordinaria. Pues a pesar de tener los intestinos tan desgarrados y enlodados, huían puestos a gatas dentro de aquella carretera del tren en donde el polvo bullía enrollándose.
 
Logré llegar al barrio de Funairi Kawaguchi-cho, y al ver la acera de la derecha, mi madre había puesto sobre la calle un futón y las ollas alrededor y con su delantal con mangas puesto,   estaba sentada con la cara cubierta de hollín. Me sentí muy feliz pensando que por fin había encontrado a mi madre. Sólo nos vimos mutuamente y yo deprisa me senté al lado de ella. Entonces, un desfile de fantasmas iba pasando sin cesar delante de mí. Me preguntaba por qué todos tenían el estilo como el típico de los fantasmas. Las manos puestas al frente, y la piel de los brazos se pelaba deslizándose hasta detenerse en sus cinco uñas. La piel que colgaba deslizada era tan larga como el largo de ambos brazos. La piel de la espalda se detenía hasta la cintura y parecía un taparrabos. La piel de las piernas se pelaba deslizándose y se acumulaba atrás del talón tanto como el largo de sus piernas, y se arrastraba por el suelo. Todas las personas tenían la piel pelada y era una escena espantosa.
 
Las personas con la piel a punto de pelar, tenían grandes ampollas. Eran unas ampollas tan grandes que me preguntaba cómo era posible que se hicieran ampollas tan grandes como esas en toda la cara y el cuerpo. Al caminar el agua dentro de las ampollas se balanceaba flácidamente, y la piel se rompía a causa de que se ponía tensa. La piel al romperse corría deslizándose junto al agua. Al poco rato, me sentí muy mal y escupí por la boca algo que parecía saliva amarilla. Creo que probablemente era el efecto de la radiación, pues me sentía mal y permanecí acurrucado.
 
De repente al ver en dirección hacia mi madre, mi madre sostenía con todas sus fuerzas un andrajo de tela. Y al echar un vistazo preguntándome qué podría ser, dentro del andrajo de tela estaba el bebé que mi madre había dado a luz. Era una niña, a la que después le puso el nombre de Tomoko. Al ver el vientre de mi madre tocando al bebé que cargaba con todas sus fuerzas, me preguntaba ¿en qué momento mi madre habrá dado a luz? Después al pensarlo, por causa del shock de la bomba atómica mi madre habría sentido los dolores del parto y así es que había dado luz a una niña.           
 
Entonces al permanecer cargando a la bebé con cariño, se llegó la noche. En agosto hacía mucho calor, sin embargo las luces ardiendo eran mucho más calientes. Pude ver muy de cerca a todas las personas que caían alrededor. Por fin me venía asaltando el sueño y estaba adormilado, sin embargo escuché unas voces como ladridos y pensando ¡qué molestias!, no me pude dormir. Al escuchar las voces con atención, eran palabras unificadas. Todas las personas, toditas las personas también decían: "¡Agua!"  Desde ambos lados era el gran coro de "¡Agua...!, ¡agua...!" Entonces llevando el agua, en mi mente de niño verdaderamente me espantó que, al beber bastante agua caían de un golpe pegando al instante con la cabeza al suelo. Y llevando al siguiente, bebió a tragos el agua y en 3 ó 4 segundos de un golpe pegaba con la cabeza en el suelo. Al darles de beber agua, las personas de verdad caían muertas.          
 
Debido a que no aguantábamos el calor abrasador, decidimos ir juntos con mi madre al campo de tiros que estaba atrás de la terminal de Eba. En la actualidad está Sarayama, y pensamos que si íbamos hasta Sarayama encontraríamos sombra.   Escondimos el futón, y los dos mi madre y yo nos mudamos. En el campo del extenso lugar de tiro del ejército, los camiones hacían ida y vuelta al pistón. Venían corriendo desde la ciudad, y hacían caer los cadáveres. Eran tantos los cadáveres que transportaban que se había formado una montaña. Al ver pensando qué es lo que iban a hacer, pusieron aceite pesado y encendieron el fuego. El fuego ardió, y con el mal olor y el humo de los cadáveres quemados, se sentía un olor como podrido difícil de explicar. El campo de la terminal de Eba, era tan mal oliente que nos hubiéramos asfixiado si no hubiéramos tapado nuestras naríces amarrando tres toallas juntas. Dentro del pus que fluía se arrastraban muchos gusanos. Vi muchas veces imágenes quitándose los gusanos silenciosamente con una pequeña rama porque les dolía cuando éstos se arrastraban.
 
Yo también sentí ardor en la parte de atrás de mi cabeza y pensando que era raro, me puse la mano y entonces la piel se deslizó pelándose. El pus fluyó por detrás del oído y también por el cuello, y sintiendo que me ardía pensé que seguramente me había quemado la parte de atrás de la cabeza. Yo estaba parado en el borde de la escuela, por eso me libré de los rayos caloríficos con un muro. Si hubiera salido 1metro adelante me habría quemado completamente.
 
Por la razón de que de una manera u otra buscábamos un lugar tranquilo, regresamos al lugar donde habíamos estado, y esperamos el regreso de mi hermano mayor. Por suerte, mi hermano mayor regresó y nos encontró, y los cuatro fuimos desde Funairi Kawaguchi-cho hasta Eba, contando con la ayuda de un conocido. Allí rentamos un apartamento de una sala de 6 tatamis. Un apartamento por decirlo así, pues parecía un desván, pensé que por fin habíamos encontrado un lugar tranquilo.  
 
Mi madre había estado sin hablar con un semblante severo que daba miedo,   sin embargo por fin se había tranquilizado y su expresión humana había vuelto. Y allí al preguntarle por primera vez "¿Qué pasó con mi padre y los otros hermanos?", poco a poco pero muy detalladamente me contó. Mi madre en el preciso momento que cayó la bomba atómica estaba entrando dentro del alero y le corrío el rayo calorífico.   Se salvó con un alero. Si hubiera estado dentro de la casa habría quedado aplastada por la onda expansiva de la bomba. Sin embargo gracias a que estaba en la base del tendedero, se salvó. Al mismo tiempo que la casa se derrumbara la base del tendedero flotó como en razón inversa, y dicen que voló llevando encima a mi madre con su gran barriga. La base del tendedero aterrizó en la callejuela de atrás como si un avión estuviera aterrizando lentamente, y mi madre no había sufrido ni un rasguño.
 
Al darse cuenta, dice que fue a la entrada de la casa porque escuchó la voz dando gritos de mi hermano menor Susumu. Susumu tenía sólo la cabeza atrapada y el cuerpo salía afuera. Desde el interior del cuarto de 4 tatamis de la casa, mi padre decía: Trata de hacer algo, trata de hacer algo. Y Susumu lloraba "¡Mamá, me duele, me duele!" Mi madre al instante empujó a un lado las tejas, para hacer liviano el alero y trató de levantarlo, pero era una casa antigua de dos pisos en la que se había usado un gran pilar y con la fuerza de una mujer no se movía para nada. Mi madre se arrodillaba ante cada persona que pasaba y al decirle: "¡Por favor! Levante eso", todas se acercaban y trataban de levantarlo, sin embargo escapaban diciendo: "Date por vencida. Una cosa tan pesada como esta no la vas a mover pronto". Mi madre se puso como loca, y sosteniendo los pies de Susumu los movió de izquierda a derecha. Y al sacudirlos con fuerza, Susumu dijo llorando: "¡Ay! " Los pies se movían pero podía cortarle la cabeza, por eso no se podía sacarla tirando.
 
Mi padre también estaba atrapado por un gran pilar y no se movía para nada. Dicen que no se escuchó para nada la voz de la hija mayor. Creo que a mi hermana mayor que estaba en la sala de tatami, la aplastó el gran pilar del segundo piso y murió instantáneamente. Mientras mi padre y mi hermano menor gritaban: "Trata de hacer algo" "¡Mamá...está caliente!", el fuego iba circulado rápidamente. Mi madre decía que ella ya estaba completamente loca. Enloqueciendo decía: "Su madre también morirá con todos ustedes, ¿me oyen?.¡nos moriremos juntos!", y sentándose al frente de la entrada de la casa, dicen que golpeaba el pilar de la entrada dándole palmadas. Allí por suerte llegó el señor que vivía atrás, y encontrando a mi madre que lloraba, No hay necesidad de que hasta Usted se muera con todos", y llevando por la fuerza a mi madre que se resistía, huyeron.
 
Al volver la cabeza hacia nuestra casa en el momento que huían, las llamas ardieron y cubrieron grandemente toda entrada. Dice que dentro de las llamas ardiendo escuchó la voz llorosa de Susumu. La voz de Susumu que decía: "¡Mamá...está caliente. Está caliente...!", y también la de mi padre que decía: "¡Trata de hacer algo...!", las escuchó dentro de las llamas. Mi madre me dijo que esas voces las tenía pegadas en el fondo del oído, y que todas las noches al dormir se le aparecían en sueños. La voz diciendo "¡Mamá, está caliente, está caliente!"regresaba llamándole siempre desde los sueños. Ella decía que ya no lo podía soportar. Creo que le remordía la conciencia por no haberlo ayudado.
 
Mi madre nos dijo que fuéramos a desenterrar los huesos de mi padre y hermanos, que se habían muerto en esa forma. Entonces mi hermano mayor y yo, llevando una pala y un cubo nos montamos a la bicicleta y fuimos a las ruinas de nuestra casa incendiada. Habían bastantes paletas de loza amontonadas, porque mi padre era pintor de Pintura japonesa. Esas paletas estaban torcidas en mal forma, como caramelos enrollados, esparcidas en los restos incendiados. Sin lugar a dudas aquí está la casa, es nuestra casa porque hay bastantes paletas de mi padre, y pensando en que allí en la puerta de la entrada había estado Susumu, empecé a excavar; entonces como lo esperaba el cráneo de un niño salió rodando. El cráneo de un niño es blanquísimo, muy bonito. Hasta ahora no puedo olvidar cuando salió la parte de la cara blanquísima, dentro del calor abrasasor de agosto, con el cuerpo caliente y lleno de polvo, en el preciso momento en que tomé el cráneo de mi hermano. Sentí de repente un escalofrío como si me hubieran puesto encima decenas de kilos de hielo. Al pensar que Susumu había muerto con la cabeza siempre atrapada, agitando los pies cuando el fuego ardía llegando a su cuerpo, verdaderamente sentí estremecimiento. Temblaba mientras sostenía el cráneo de Susumu, con el sentimiento de que quizás habría sentido mucho calor.
 
El haber visto ese esquema del infierno humano, Ya no es la imagen de un ser humano. Pienso que es espantoso cómo el ser humano termina adaptándose a las circunstancias. Pienso que ahora, al ver una imagen como esa me volcaría desmayado, sin embargo el ser humano colocado en una situación límite, se adapta a las circunstancias y deja de darles mucha importancia. Creo que aunque haya pisoteado un cadáver, lo que está en el suelo es un tronco y, lo que he pateado es un tronco. Un sentido así se penetra fácilmente en el ser humano. La verdadera naturaleza del ser humano es, venirse encima de los débiles sin piedad. Yo no confío para nada en los que dicen Paz, Paz. La Paz sólo de palabras no sirve de nada. Cualquiera puede decirla. Creía que saber la verdadera esencia de la Paz, era ver el infierno humano y una escena desastroza como cuando fue arrojada la bomba atómica, lo sucio del ser humano, sin embargo pienso que el infierno es haber vivido el tiempo de la posguerra.
 
A mí, Keiji Nakazawa me dicen inmediatamente "Hadashi no Gen (Gen el descalzo)," pero "Hadashi no Gen" es por decir una batalla tratando de buscar de qué manera aliviar el resentimiento y dolor de mi familia. ¿Por qué no desatan la ira y persiguen a las personas que ocasionaron la guerra?. Si no hubiera habido guerra, no se habría provocado la bomba atómica. Yo detesto la indecisión de estos japoneses, que no lo hicieron.. En ese sentido puede ser que me haga de muchos enemigos japoneses, sin embargo esto es el rencor por eso no me puedo quedar sin descargarlo. Yo pienso poner la vida para hacerlo. Lo haré en mi forma de batallar. Cuando aumenten a algunas las personas que compartan mi opinión, y si dentro de ellas comprendieran la verdad, será de honra para el escritor. Creo que no hay más que eso. Con esa convicción trabajo en mis obras.
 
 

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